La realidad virtual es tendencia, rompe la web, fascina a inversionistas. Sin embargo, hay una realidad simulada mucho más antigua, con más de 200.000 años de existencia. Y no necesitas casco, guantes hápticos ni sensores para entrar en ella. Estás dentro, ahora mismo. Se llama conciencia. Y lo que ves, hueles, escuchas, saboreas o tocas, no es “el mundo” en sí, sino una versión mental de él: un simulacro biológico.
La ventana y el árbol
Imagina que miras por la ventana y ves un árbol. Parece evidente: hay un tronco, hojas, ramas. Pero lo que ocurre es otra cosa. El árbol emite fotones. Tu retina captura esas partículas de luz y manda señales eléctricas a tu corteza visual. Solo cuando tu cerebro procesa esas señales aparece “el árbol” en tu mente. Lo que ves es una interpretación. Un renderizado, como en un videojuego, pero biológico.
Ese mismo proceso se repite con todos tus sentidos. Lo que hueles son moléculas flotando, pero tu mente las traduce como “jazmín en flor” o “pie recién horneado”. Lo que escuchas son vibraciones en el aire, pero tu mente las convierte en “la Novena de Beethoven”. En otras palabras, lo que experimentas es siempre un filtro mental, un editado.
El peso de las creencias
La simulación no es solo sensorial. Está cargada de creencias y narrativas que heredaste sin preguntar. Los vikingos creían que el mundo era un disco rodeado de una serpiente gigante. Para ellos, esa era la realidad. Tú puedes reírte, pero no significa que tu visión —Big Bang, evolución, ciencia moderna— sea más “real”. Es otra matriz de creencias.
Desde que naces recibes etiquetas: hombre o mujer, rico o pobre, chileno o extranjero. Creces y acumulas más: extrovertido, racional, de izquierda, de derecha. Estas etiquetas son lentes que enfocan ciertas cosas y distorsionan otras. El resultado: un mundo que parece sólido, pero que es una construcción mental.
La metáfora del río
Piensa en un río. Cerca de su origen el agua es pura. Mientras baja, se llena de sedimentos, basura, maleza. El agua turbia es tu realidad filtrada: contaminada por conceptos, religiones, ideologías, marketing, likes. Pero si retrocedes hasta el manantial, encuentras el agua clara: la metarealidad. Esa realidad desnuda que existe más allá de las narrativas humanas.
Acceder a esa fuente es soltar las categorías, las etiquetas y los relatos impuestos. Lo que queda es pura conciencia. Y la conciencia, cuando no está limitada, es infinita.
Mozart, Feynman, Fischer: los metahumanos
Algunos parecieran haber tocado esa fuente sin proponérselo. Mozart componiendo sin esfuerzo. Feynman traduciendo el caos cuántico a fórmulas. Fischer ganando partidas imposibles a los 13 años. Ellos accedieron a infinitas posibilidades y las canalizaron en música, física, ajedrez.
El médico Darold Treffert lo llamó “principio del genio repentino”. Personas comunes que, tras un accidente o sin razón aparente, despiertan habilidades extraordinarias: hablar idiomas, tocar piano, memorizar bibliotecas. Lo que ocurre, sugiere, es un roce con la metarealidad. Y no es privilegio de unos pocos: cualquiera puede abrir esa puerta.
Conciencia fuera del cuerpo
La ciencia describe neuronas, sinapsis, dopamina. Pero hay preguntas que siguen abiertas: ¿qué es un pensamiento? ¿Dónde exactamente vive un recuerdo? En experiencias cercanas a la muerte, muchas personas narran salir de su cuerpo y observar todo desde arriba, incluso cuando clínicamente estaban “muertos”. Conciencia sin cerebro activo.
No necesitas casi morir para intuirlo. Un soldado herido que no siente dolor. Un yogui que medita en frío extremo. Una mujer que recuerda con exactitud cada día de su vida. Todos son ejemplos de que la conciencia no está confinada al cuerpo. Y si la conciencia es infinita, también lo es la realidad que percibe.
Mindfulness más allá del estrés
Hoy mindfulness es un producto: apps, talleres, tutoriales en YouTube. Se vende como herramienta anti-estrés. Y funciona. Pero reducirlo a eso es usar un taladro para perforar papel.
La atención plena es una llave para expandir la percepción. Escuchar de verdad, ver de verdad, oler sin nombrar. Apagar las luces y caminar por tu casa. Cubrirte los oídos y sentir cómo cambia el mundo. Quitar límites autoimpuestos y dejar que la percepción se expanda. Desde ahí, la metarealidad se filtra.
La trampa de la reificación
Los humanos hacemos sólido lo que es fluido. Inventamos el dinero y lo convertimos en billetes. Inventamos el amor y lo convertimos en anillos. Inventamos el yo y lo congelamos en “mi cuerpo, mi nombre, mi historia”.
Pero la identidad es un proceso en movimiento. Cada etiqueta, cada rol, es una reducción. Para volver a tu ser infinito hay que desarmar esas capas. Un ejercicio simple: intentar pensar algo original, que no venga de un libro, un recuerdo, una película. Es casi imposible. Y al darte cuenta, ves la jaula.
Creatividad como acceso
Los griegos creían en musas. Los románticos en inspiraciones caprichosas. En realidad, la creatividad surge al rozar la metarealidad. Shakespeare reorganizando palabras en formas inéditas. Van Gogh pintando colores que nunca habían sido vistos de esa manera. No inventaron desde cero: soltaron las reglas del simulacro y se conectaron a lo ilimitado.
Tú también puedes. Mira un botón. Luego una llave. Luego la Estatua de la Libertad. Todo empezó como una idea. Incluso tú eres creatividad encarnada. La creatividad no es un don, es la sustancia misma de la metarealidad manifestándose en forma.
El salto a lo metahumano
¿Qué pasa si sueltas creencias, etiquetas, narrativas? Te conviertes en metahumano. No un superhéroe de cómic, sino alguien que vive con acceso a infinitas posibilidades. No atrapado en lo que dicta la cultura, sino abierto a lo que la conciencia puede crear.
La simulación en la que vivimos fue útil: ayudó a sobrevivir, a organizar sociedades, a inventar el tiempo y el dinero. Pero ahora asfixia. El futuro no está en seguir perfeccionando la simulación. Está en hackearla. En volver al manantial. En vivir desde lo ilimitado.
Quizás suene exagerado. Quizás parece demasiado utópico. Pero piensa: ¿qué más tienes que perder que tus propias narrativas?
Metarealidad no es otra moda tech. Es el terreno invisible sobre el cual todo lo demás ocurre. Y ya estás ahí. Solo falta abrir los ojos de verdad.