No quiero seguir creciendo

Una mujer de cincuenta años elige un mundo propio hecho de bicicletas, muñecos y soledad.
No quiero seguir creciendo

En un rincón del mundo, vivía una mujer que había recorrido un camino de cincuenta años, lleno de aprendizajes y desaprendizajes. Su vida había sido una batalla constante, donde los errores se acumulaban como sombras, y los enemigos parecían multiplicarse a su alrededor. Con escudos de madera, luchaba contra dragones invisibles, mientras su maternidad se sentía coja, marcada por las expectativas de quienes la catalogaban sin conocerla realmente.

Ella vivía al revés, empujando su vida como si fuera un negocio, siempre en movimiento, pero sin rumbo claro. La sinceridad había sido su peor error; había aprendido que ser honesta en un mundo de máscaras a menudo la dejaba sola. Cerraba las puertas sin mirar atrás, ignorando las voces que intentaban arrastrarla hacia la oscuridad.

A pesar de todo, no albergaba odio hacia los demás. Amaba a las personas, las veía como especies amistosas, pero había decidido que su mundo era otro. Cuando corría la cortina de su vida, se sumergía en un universo de dibujos, juegos y muñecos, donde la creatividad florecía sin límites. Montaba su bicicleta y recorría caminos, sintiendo la libertad en cada pedalada, escuchando la música de la naturaleza que la envolvía.

Llevaba sus audífonos como un escudo, protegiéndose de las voces que oscurecían su día. Muchos la catalogaban como autista, pero para ella, era una forma de encontrar paz en su soledad. No necesitaba parches ni dependencias; su espacio y su soledad eran suficientes.

Al observar a las personas de su edad, veía rostros rotos, llenos de parches y dependencias que no podía compartir. La idea de convertirse en una más, de dejar volar a su niña interior y perderse en la masa del desgaste, la aterraba. Así que decidió que no quería seguir creciendo. En su mundo, la soledad era un refugio, un lugar donde podía ser auténtica y libre.

Y así, con cada día que pasaba, se reafirmaba en su elección: prefería la compañía de su mundo imaginario a la realidad que la rodeaba. En su corazón, sabía que había encontrado su verdadero hogar.

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