El pasado no nos define

Todos cargamos con versiones antiguas de nosotros mismos… algunas las recordamos con cariño, otras nos persiguen. Me puse a reflexionar a raíz de una mala columna que escribieron sobre José Miguel Villouta. En los comentarios se repetía una crítica: lo reprochaban por la época en que usó drogas.

Entonces pensé: ¿tu pasado te condena? ¿Podemos redimirnos? ¿No podemos cambiar? Él se rehabilitó y lleva más de ocho años limpio, y aun así algunos creen que debe cargar con esa cruz. Entonces pienso: ¿debemos mantener siempre el mismo aspecto, las mismas creencias, los mismos pensamientos y gustos? Pareciera que no se nos permite evolucionar, crecer, cambiar, pensar distinto.

Recuerdo que a mis 20 tenía un look más punk: mi pelo negro azulado, bien dark, siempre con mis Converse. Y ahora, a mis casi 40 —quién lo diría— con mi cabellera rubia platinada que amo. A algunos de los que me conocen de toda la vida les sorprende mi cambio, y pienso: ¿qué esperaban?

Hoy soy una mujer que ha vivido un montón de experiencias. Ya no soy la chica despreocupada de antes; esa época pasó. Sin embargo, pareciera que muchos no están preparados para aceptar que avancemos, que mejoremos o incluso que cambiemos nuestro pensamiento político.

Si cambiamos de look, de ideas, de amores, de creencias… ¿por qué no íbamos a cambiar de vida? Aun así, nos llaman inconsecuentes, como si avanzar fuera un error.

Mi pasado no me condena. Cada error, cada etapa, cada versión de mí fue necesaria para llegar aquí. Quedarse siendo la misma de los veinte sería como calzar unos zapatos que ya no me quedan: incómodos, rígidos… y completamente inútiles. Prefiero mirar hacia adelante, con mi platinado y, sobre todo, con mi libertad.

Columnista por accidente: escribe solo para ordenar su caos mental con buena ortografía. Lo comparte en su comunidad de productividad para no sentirse rara hablando sola…aunque ahora lo llama compartir contenido.