Post 40s Survival Party Deluxe Edition

Una junta después de los 40 no es un carrete: es un espejo.

Una junta post 40 es un fenómeno digno de un estudio antropológico.

Ya no parte a las 10, sino a las 6. 

La primera copa es de un “Y cómo has estado?”, “Cómo están tus niños?, “ Y la pega?. Así va mutando hasta que entramos en tierra derecha al coaching grupal sin filtro, donde desmenuzamos divorcios, cómo lidiar con adolescentes que creen que uno es su nana y la condena de cumplimiento efectivo sin derecho a rebaja del chat de apoderados. 

Diseccionamos a uno que otro jefe o despotricamos contra los bancos, impuestos o isapres. Comentamos enfermedades con la pasión de un congreso médico, porque ya estamos con las rodillas crujientes, cual marraqueta, y salen los complejos B, el hidrocolágeno y el magnesio en cápsulas, que están en oferta en alguna farmacia los días lunes. Aparecen los runners de domingo a.m., los que hacen padel, yoguis y pichangueros. Pero también los deportistas de teclado que dicen “Yo lo único que corro son las cortinas en la mañana”.

 Irremediablemente entramos a la infaltable sección reciclada de “Anécdotas de carretes añejos”, que ya hemos escuchado en incontables ocasiones pero que por alguna razón siguen haciéndonos reír. Es que nadie puede no reírse con “El amigo que dejaron tapado con diarios hecho bolita fuera de la puerta de su casa esa madrugada en 3ro medio, tocaron el timbre y se escondieron, el papá salió con cara de “No sé si enterrarlo vivo o sacarlo a correr a las 7”.

“Qué vamos a comer?” Dice uno, porque ya no estamos en edad de un asado de vidrio, entonces empezamos a barajar alternativas, sushi, pizza, un parrilleo loco. Y siempre, SIEMPRE, alguien dice: “Noooo, es muy pesado pa´la nosssshe”, que por falta de quorum termina igual zampándose algo de lo que la mayoría eligió.

 Cuando ya hemos repasado todo lo repasable nos ponemos “Creativos” y aparece el karaoke, momento de gloria de cantantes frustrados o el despesshho amoroso, y todo comienza con “Yo no soy esa mujeeeer, que no sale de casa”.

 Ya vamos como en la 5ta piscola o sour, los ceniceros se han vaciado un par de veces, ya casi no queda hielo. Le damos una miradita a la hora y empieza el festival de las apps de conductores, porque los niños más chicos se quedaron con babysitter o hay un compromiso familiar temprano el domingo, no queremos llegar pasados a arrepentimiento. Sí, tenemos que elegir el día de destrucción, viernes o sábado, a este punto el alma y el cuerpo simplemente no dan (Y es recién la 1 a.m.).

 Pero lo más brutal de estas juntas no es la caña física —porque ya sabemos hidratarnos y mezclar con sopitas o antiácidos— sino la resaca emocional: el golpe suave pero firme de darte cuenta que creciste, que las prioridades mutaron y que los afectos, esos sí, siguen siendo un refugio.

 Las juntas post 40 no son una fiesta: son una celebración de la resistencia, un brindis al desastre controlado, una oda al cariño con canas y arrugas. Y sabes qué… son infinitamente mejores.

#truestory

Muack! 

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