Amo mi trabajo, pero odio lo que hago

Nadie sueña con ser jefa de Servicios Generales, pero alguien tiene que hacerlo.
Amo mi trabajo, pero odio lo que hago

Hace casi seis años comencé a liderar el equipo de Personas de una planta exportadora de frutas. La misión que me encomendaron era clara: pagar sueldos, armar el equipo de selección, capacitar… en fin, todo lo que hace Recursos Humanos, o inhumanos, como a veces nos llaman.

A poco andar, me piden que también me haga cargo del casino, de los guardias y del transporte. “Perfecto, claro”, pensé. Beneficios para el personal, tenía sentido. Lo que sabía, pero no había vivido, era que en temporada la alimentación pasaba de 250 personas a 1.500, día y noche; y el transporte, de 2 recorridos a 8. Con tanta gente, lo que puede salir mal… sale mal, pero amplificado.

Sobrevivimos a esa primera temporada con éxito: cumplimos con la dotación, nadie se quedó sin colación y todos llegaron de vuelta a sus casas. Entonces llegó otro personaje: el auditor interno. Un mes entero buscando boletas, revisando correos, haciendo análisis interminables para explicar por qué se dieron ciertos almuerzos o quién autorizó un nuevo recorrido fuera de protocolo. Una pesadilla… pero salimos bien.

Así han pasado tres temporadas y cuatro jefes de Servicios Generales. Con tanta rotación, muchas veces me ha tocado asumir ese rol. Y aquí aparece una realidad: nunca he visto a una niña o niño  decir “cuando grande quiero ser Jef@ de Servicios Generales”. Ni siquiera dentro de las empresas es un cargo deseado. Por lo general, lo ocupan personas que vienen de la producción o que ya están jubiladas. Es un área invisible que no puede fallar: cuando todo está bien, puro  silencio; cuando llegan noticias, es señal de que algo está mal y no puede esperar.

He tratado por todos los medios de  desligarme, pero ocurre lo contrario. Hace poco cambiamos de oficina y… ahí estaba yo, contratando empresas de aseo, viendo las plantas, el tipo de cafetera, la mantención. Y me he preguntado por qué me incomoda tanto esta área. Llegué a la conclusión de que no soy detallista, soy pésima anfitriona y se me pierde todo. No me gusta y me consume tiempo infinito. Quizás porque crecí con una madre que, en su estilo ultra acelerado, consideraba lo doméstico una pérdida de tiempo. Algo de eso se me quedó.

Aun así, dentro de lo difícil, he tenido un equipo de lujo: personas que apoyan cada vez que se nos va un jefe de Servicios Generales, que se ríen al recordar cuando el casino nos dio empanadas de cóctel para el 18, o cuando nos quedamos sin pan y salimos a comprarlo de urgencia. Gente que vibra con lo que hace… y lo hace con amor.

Descubrí que liderar no siempre es hacer lo que te gusta, sino hacer que lo difícil funcione.

Tal vez nunca quise ser jefa de Servicios Generales… pero parece que el cargo sí me eligió a mí. Y, entre empanadas de cóctel y cafeteras nuevas, confieso que hasta le estoy tomando cariño.

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  1. Qué relato tan increíble. Me encanta cómo transformaste un desafío que parecía imposible en una oportunidad de aprendizaje y liderazgo. Inspira mucho tu autenticidad y la forma en que valoras a tu equipo .
    Y me encantó su seudónimo.

  2. Qué importante esa frase sobre el hecho de que liderar es que hacer que lo difícil funcione. A veces la vida nos lleva por caminos inesperados en relación al ejercicio de nuestra profesión y lo importante es que, sea lo que sea que tengamos que hacer, lo hagamos con cariño y esmero.
    Me encantó tu relato y seudónimo.

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