Hay bandas que viven en el estudio y otras que existen para el escenario. My Morning Jacket pertenece al segundo grupo. Lo suyo no es la perfección pulida ni el hit de tres minutos; lo suyo es lo que se construye en vivo, ese momento en que una canción que parecía folk se convierte en un viaje psicodélico de diez minutos y la multitud, en trance, entiende por qué Jim James y compañía llevan más de dos décadas cultivando devoción.
Desde Louisville, Kentucky, los cinco integrantes pasaron de ser un secreto indie de culto a una institución que llena festivales y mantiene ese raro balance entre ser amados por la crítica y venerados por sus seguidores. Parte de la magia está en su flexibilidad: un show de My Morning Jacket puede sonar como un sermón soul, un ataque de guitarras sureñas, un jam psicodélico o una balada que roza lo espiritual.
Es, lo que se llama talento.
El alma de Jim James
Jim James, con su melena casi mística y esa voz que se estira como un rezo gospel, es el núcleo creativo. Pero nunca ha jugado el rol de estrella distante. Habla de la música como un refugio y de sus canciones como intentos de atrapar un sentimiento que no cabe en palabras. Lo que proyecta en el escenario es un líder chamánico, pero en entrevistas se muestra más como un tipo que todavía se asombra de lo que la música puede provocar.
James tiene además esa obsesión por los rituales que terminan marcando un estilo. Usa capas largas, a veces luce como un predicador, otras como un mago extraviado, y entre medio suelta frases que se sienten a medio camino entre la confesión y el mantra. Esa mezcla hace que My Morning Jacket se vea menos como un grupo de rock tradicional y más como una comunidad que se entrega a un viaje sonoro.
Una discografía que se reinventa
Desde su debut a fines de los noventa, la banda nunca se quedó en un molde. It Still Moves (2003) los catapultó en el circuito indie con himnos expansivos, Z (2005) los conectó con un público más amplio gracias a su eclecticismo, y Evil Urges (2008) mostró que no tenían miedo de coquetear con el funk, el pop e incluso lo extraño.
Lo interesante es que, aunque sus discos son sólidos, lo que de verdad importa está en cómo esas canciones se transforman en vivo. Una balada como Golden suena íntima en estudio, pero en concierto se convierte en un respiro casi místico entre explosiones de energía. One Big Holiday, por otro lado, es directamente un llamado a perder la compostura.
Una experiencia en vivo que se volvió leyenda
Los críticos coinciden: verlos en vivo es lo que convierte a alguien en fan de por vida. My Morning Jacket construyó su reputación a través de maratónicas presentaciones donde la improvisación es parte del ADN. Hay anécdotas de shows bajo tormentas donde Jim James, empapado, siguió cantando como si la lluvia fuera un coro extra.
En festivales como Bonnaroo, su set de 2008 —de más de cuatro horas, atravesando géneros y atmósferas— sigue siendo recordado como uno de los momentos definitivos de la cultura festivalera norteamericana. Ese show consolidó a la banda no solo como músicos, sino como arquitectos de experiencias colectivas.
Filosofía y raíces
Aunque My Morning Jacket suena cósmico y expansivo, su raíz siempre estuvo en Kentucky. No reniegan del sur de Estados Unidos, pero lo procesan de forma distinta: toman la espiritualidad del gospel, la melancolía del country, la crudeza del rock sureño, y lo mezclan con psicodelia y pop experimental. El resultado es un sonido que desafía etiquetas, lo que explica por qué aparecen tanto en playlists de indie rock como en rankings de rock clásico.
James suele hablar de la música como un espacio de sanación. Y no es casual que la banda haya cultivado un vínculo muy emocional con sus fans. Para muchos, un concierto de My Morning Jacket se siente menos como un recital y más como una sesión colectiva de catarsis.
Un presente sólido y un futuro abierto
Lo notable es que, más de veinte años después, siguen siendo relevantes. Su disco homónimo de 2021 fue recibido como un regreso a la forma más pura de la banda: sin adornos innecesarios, directo a la esencia. Y en los rankings no dejan de aparecer: en Adult Alternative Airplay, por ejemplo, han mantenido presencia firme, con varias semanas liderando, prueba de que el magnetismo no se ha disipado.
Hoy, My Morning Jacket es esa clase de grupo que puede tocar en un festival indie, en un escenario de rock clásico o incluso en un auditorio más íntimo, y en todos se siente en casa. No persiguen tendencias, pero tampoco se aferran a la nostalgia. Están cómodos en esa rareza: una banda que, sin ser mainstream en el sentido más obvio, logró entrar en la conversación cultural.
El veredicto
My Morning Jacket nunca fue sobre singles radiales ni sobre charts millonarios. Su legado se mide en algo más duradero: la lealtad de una audiencia que viaja horas para verlos, la devoción que despiertan en quienes alguna vez vivieron la experiencia de sus conciertos, y la capacidad de emocionar con canciones que, aunque cambiantes, siempre se sienten honestas.
En un mundo musical saturado de fórmulas, la propuesta de My Morning Jacket sigue siendo clara: perderse en el sonido, entregarse a lo impredecible y entender que, a veces, la música funciona mejor cuando se convierte en un viaje sin mapas.
Ahora me dieron ganas de buscar footage en vivo. Me gusta cuando las banda tienen una cercania con us seguidores y se arma comunidad. Gracias por agregar esta banda a la rotacion de la radio